lunes, 20 de abril de 2015

Je suis Rato

Los periódicos dicen que Rato está dolido. Que está psicológicamente abatido, decaído, triste y otro montón de sinónimos más. Yo lo entiendo. Una detención jode a cualquiera, pero más debe joder cuando uno era el milagro económico español y de un día para otro se vuelve el objetivo de toda la prensa nacional. Aunque sea para defenderlo.

                En este país la prensa tiene un doble objetivo que asusta un poco, todo hay que decirlo. Esta indulgencia con los poderes dice muy poco de su independencia, y no digamos de su objetividad. Sé que sorprenderse a estas alturas de que los medios de comunicación sean objetivos y de ética recta es muy ingenuo, pero no hay que perder la esperanza y la costumbre de desengañarse. Al fin y al cabo ya nos han metido al Santander y a la Coca-Cola en las principales portadas de los periódicos nacionales.

                Lo que no hemos visto es ninguna acusación infundada. Al fin y al cabo el ciudadano Rato es un ciudadano con pasta y puede meterle un buen puro al periódico que se atreva a conjeturar delitos de terrorismo o de cualquier cosa que no se haya dejado por escrito. Rodrigo ha sido ministro y podemos fiarnos de él, sabemos que a pesar de que le acusen de alzamiento de bienes y de blanqueo de capitales no es como uno de esos tipos peligrosos de ochenta años capaces de agredir a cinco antidisturbios con su andador. Nuestro Rodrigo tiene sesenta y seis años y no está para fugas intrépidas ni jugarretas bruscas: de hecho, se muestra colaborador en todo momento.

                Pero como digo en el título del artículo, "Je suis Rato". Estoy con él en su calvario, aunque con él sí se han seguido las normas del manual de actuación policial, y se le ha tratado con presunción de inocencia y se ha sido indulgente. No ha sido como a esos manifestantes a los que les parten la cara o los apalean a porrazos en medio de la calle, claro. Este ciudadano ha sido ministro y aunque todos somos iguales ante la ley, algunos son más iguales que otros (como dijo Orwell). Y tras ocho horas de registro, le han dejado irse tranquilamente hasta que llegue la hora del juicio, por si tiene que hacer algún viaje de emergencia a Suiza o a algún país donde va la gente sospechosa. Como otro ex-político famoso que se fue a Andorra.

                El presunto milagro económico se puede salvar de la prisión, y todos lo sabemos. Ya está trabajando en ello la prensa con su "Je suis Rato" particular, sacando del cajón de los olvidos todo lo bueno que este ciudadano y ex-ministro ha hecho por nosotros. Me gustaría confiar en la justicia y en la policía y en que van a actuar como se merece el caso, pero creo con sinceridad que no van a estar a la altura y que lo vamos a ver irse de rositas. Me gustaría ver a Rato, si al final se determina que debe ir a la cárcel, entre los presos comunes y no en una cárcel de ricos. Pero, presunción de inocencia por delante, este hombre quedará libre o se le pondrá una pena ejemplar, para poder salvaguardar la imagen del partido de gobierno. Como quien dice, en cuatro días estará en la calle.

                Si Rato es inocente, que la justicia actúe con rectitud. Sólo espero que no tenga que darnos vergüenza una vez más ser españoles y ver cómo otro corrupto más se va de rositas. Si Rato es inocente, la libertad sea con él. Y si no, ya sabe, señor juez. Pero yo tengo mis dudas.

- José María

miércoles, 8 de abril de 2015

Por qué deberías jugar a videojuegos

No, no se me ha atragantado ninguna noticia dudosa sobre los beneficios neurológicos de jugar a videojuegos. Tampoco creo que el que lee esto deba pertenecer a mi secta social “gamer” para sentirnos identificados y compartir “megustas”. Creo que deberías jugar a videojuegos por una razón muy distinta: forman parte de tu cultura.

    No es muy común asociar estos términos, cultura y videojuegos. Mucho menos es hacerlo arte, por lo menos no desde ámbitos “serios”. Pero lo cierto es que ahí están: desde los años sesenta, el mundo del videojuego ha crecido vertiginosamente hasta convertirse en una de las industrias del entretenimiento más rentable. Varios de sus productos ya han alcanzado cifras económicas escandalosas, como el reciente “Destiny”, pero no es eso lo que importa ahora. Es algo que tiene que ver menos con los números y más con los juegos en sociedad.

    Su potencial artístico es tan evidente que asombra ver cómo, en ciertos sectores de la sociedad, sigue calando el discurso de que los videojuegos son un producto para críos o para matar el rato. No hace mucho un famoso dibujante español se asombraba de lo que costaba producir uno. A pesar de que en España empezaron a hacerse populares a finales de los ochenta (disculpadme si me quedo corto, o bailan las fechas: nací en el noventa), todavía hoy se habla de ellos como meras maquinitas para frikis. El asunto no es tan exagerado como podía ser hace quince años, pero se me entiende.

    Lo que llama la atención es que todavía hay muchos reacios que se niegan a considerarlos dignos de conversación o reflexión. Y hablemos claro: hay narraciones lúdicas muy complejas, tanto como podría ser una buena novela o un disco de Pink Floyd. Los videojuegos han desarrollado su propio lenguaje, sus estructuras y sus pautas y aún así no entran en el circuito cultural español. Y digo español, porque en otros países como Estados Unidos ya se los considera, desde hace años, materia universitaria, algo que en España es un fenómeno casi inmediato.

    No es sólo una cuestión de validez académica. Los videojuegos son un fenómeno social. De aquí a unos años, conocer productos como Minecraft o Halo se considerará cultura general. Haberlos jugado será una seña de curiosidad, como se considera tener hábito lector o ver cine con frecuencia. La sociedad se adapta a sus tiempos y lo mismo pasa con los códigos culturales. Como decía al principio, no es una cuestión de salud, aunque pueda serlo: jugar a videojuegos es también una experiencia artística, creativa y divertida.


    Hazte un favor a ti mismo y juega. Hoy día es un mercado bastante accesible y existen multitud de juegos gratuitos (y legales) en internet. El que no lo intenta es porque no quiere.

- José María

martes, 7 de abril de 2015

Silencio

Hoy se cumplen tres meses del atentado en París contra el semanario satírico “Charlie Hebdo”. No hace falta que le recuerde a nadie el revuelo mediático que, con razón, resonó por todo el planeta: las imágenes de los asesinatos, el estruendo del tiroteo y el desenlace sangriento se retransmitieron casi en directo gracias a Internet.

    Todos fuimos Charlie Hebdo, y hubo manifestaciones en varias capitales europeas. Millones de personas se manifestaron contra la violencia terrorista y en la prensa hubo recordatorios de sabios periodistas de que “estábamos en guerra”, de que aquello era “la Yihad” y llamaban a enfrentar, con más o menos éxito, al terrorismo con la guerra. La hemeroteca está ahí para consultarla.

    Unos miles de kilómetros más al sur, en Baga, otro grupo islámico terrorista, Boko Haram, acabó con la vida de varios miles de personas en cuestión de días. Las desgraciadas víctimas del atentado tuvieron la mala suerte de ser africanos. La cobertura mediática del ataque en la prensa fue insuficiente, pero también llegó a oídos del gran público español. El jaleo estaba servido. La televisión y la prensa online, a través de los agregadores de información en facebook inundaron Internet de imágenes espeluznantes de la tragedia de Baga, llamando hipócritas, hombres de mala fe y acusando de “colonialismo” a la gente que, o bien no se había enterado de la matanza de Nigeria, o bien no se había pronunciado sobre ella.

    Hace pocos días ocurrió otra matanza. La vara de medir de los medios para seleccionar la tragedia semanal es confusa, cuando hay tanto donde elegir: no es la única salvajada que ha ocurrido en el planeta entre el siete de enero y el siete de abril, pero la masacre de la Universidad de Garissa sacudió de nuevo las redes.

    Ya se saben las cifras y las imágenes, no es lo que quiero consignar aquí. De nuevo, las imágenes y la prensa nos acusaban de sordera, ceguera y mala fe al no informar del ataque a la Universidad, cuando lo cierto es que la cobertura informativa ha sido, una vez más, suficiente y hasta exagerada. Hasta donde yo sé, los muertos van a seguir muertos por más que nos los enseñen en televisión. No es una cuestión de que los asesinados sean parisinos o cristianos o islamistas: es muy fácil entender, me parece, que no es ético hacer negocio y vender morbo cuando hay tanta violencia y muerte de por medio. Es normal sentirse ofendido por la violencia terrorista y la del Estado, y es indeseable, pero la sobreexposición en televisión de este tipo de noticias tiene otro objetivo muy distinto al de concienciar a nadie, uno más mundano, que es ganar audiencia.



    No se me ocurre cuál puede ser la solución a la situación internacional, y sería absurdo que un filólogo se metiera a hacer sociología o geopolítica. Eso sí, tampoco entiendo por qué hacer sentir mal a los demás por “guardar silencio ante la matanza de Kenia”, o por qué no se puede, simplemente, guardar silencio en estos días tan negros. Subirse el ego y cazar “megustas” en facebook por tener una opinión controvertida sobre este tipo de asuntos no tiene que ver con la concienciación, sino con la autoestima, y de eso no tiene la culpa nadie más que uno mismo. Jugar a comparar atentados es un deporte un tanto desagradable. No sé dónde puede estar el cambio político y la solución a los males del mundo, o ni siquiera si eso es una frase vacía; donde no está es en las redes sociales, en nuestro pequeño rincón privado de la red. Seguro que ahí no.

- José María