martes, 7 de abril de 2015

Silencio

Hoy se cumplen tres meses del atentado en París contra el semanario satírico “Charlie Hebdo”. No hace falta que le recuerde a nadie el revuelo mediático que, con razón, resonó por todo el planeta: las imágenes de los asesinatos, el estruendo del tiroteo y el desenlace sangriento se retransmitieron casi en directo gracias a Internet.

    Todos fuimos Charlie Hebdo, y hubo manifestaciones en varias capitales europeas. Millones de personas se manifestaron contra la violencia terrorista y en la prensa hubo recordatorios de sabios periodistas de que “estábamos en guerra”, de que aquello era “la Yihad” y llamaban a enfrentar, con más o menos éxito, al terrorismo con la guerra. La hemeroteca está ahí para consultarla.

    Unos miles de kilómetros más al sur, en Baga, otro grupo islámico terrorista, Boko Haram, acabó con la vida de varios miles de personas en cuestión de días. Las desgraciadas víctimas del atentado tuvieron la mala suerte de ser africanos. La cobertura mediática del ataque en la prensa fue insuficiente, pero también llegó a oídos del gran público español. El jaleo estaba servido. La televisión y la prensa online, a través de los agregadores de información en facebook inundaron Internet de imágenes espeluznantes de la tragedia de Baga, llamando hipócritas, hombres de mala fe y acusando de “colonialismo” a la gente que, o bien no se había enterado de la matanza de Nigeria, o bien no se había pronunciado sobre ella.

    Hace pocos días ocurrió otra matanza. La vara de medir de los medios para seleccionar la tragedia semanal es confusa, cuando hay tanto donde elegir: no es la única salvajada que ha ocurrido en el planeta entre el siete de enero y el siete de abril, pero la masacre de la Universidad de Garissa sacudió de nuevo las redes.

    Ya se saben las cifras y las imágenes, no es lo que quiero consignar aquí. De nuevo, las imágenes y la prensa nos acusaban de sordera, ceguera y mala fe al no informar del ataque a la Universidad, cuando lo cierto es que la cobertura informativa ha sido, una vez más, suficiente y hasta exagerada. Hasta donde yo sé, los muertos van a seguir muertos por más que nos los enseñen en televisión. No es una cuestión de que los asesinados sean parisinos o cristianos o islamistas: es muy fácil entender, me parece, que no es ético hacer negocio y vender morbo cuando hay tanta violencia y muerte de por medio. Es normal sentirse ofendido por la violencia terrorista y la del Estado, y es indeseable, pero la sobreexposición en televisión de este tipo de noticias tiene otro objetivo muy distinto al de concienciar a nadie, uno más mundano, que es ganar audiencia.



    No se me ocurre cuál puede ser la solución a la situación internacional, y sería absurdo que un filólogo se metiera a hacer sociología o geopolítica. Eso sí, tampoco entiendo por qué hacer sentir mal a los demás por “guardar silencio ante la matanza de Kenia”, o por qué no se puede, simplemente, guardar silencio en estos días tan negros. Subirse el ego y cazar “megustas” en facebook por tener una opinión controvertida sobre este tipo de asuntos no tiene que ver con la concienciación, sino con la autoestima, y de eso no tiene la culpa nadie más que uno mismo. Jugar a comparar atentados es un deporte un tanto desagradable. No sé dónde puede estar el cambio político y la solución a los males del mundo, o ni siquiera si eso es una frase vacía; donde no está es en las redes sociales, en nuestro pequeño rincón privado de la red. Seguro que ahí no.

- José María

1 comentario:

  1. Estoy en parte de acuerdo contigo. Quizás sea porque por mi profesión estoy más insensibilizada frente a las desgracias y las imágenes de la muerte... Creo que por un lado es verdad que en los medios se han puesto imágenes fuertes, en horario de informativos cuando todo el mundo podía verlas. También pienso que la intención de los realizadores es ganar audiencia (los cuerpos de los muertos de Boko Haram en la tele tienen la misma función que la mancha de sangre en el suelo frente a la casa de la mujer asesinada por violencia machista).
    Sin embargo creo que estas imágenes tienen un efecto que sí es positivo en alguna gente: sacudir conciencias, sensibilizar y sorprender. El primer mundo es una burbuja de felicidad, aunque creamos que nuestros problemas son los peores nunca hemos escuchado siquiera el sonido de un bombardeo y ni mucho menos hemos tenido que ser testigos de cómo masacraban a nuestro vecino o a alguien de nuestra propia familia.
    Creo que las imágenes morbosas que se emiten (vaya por delante que la intención de los medios es totalmente deleznable) no nos incomodan ni nos desagradan sólo por su calidad de ser sangrientas, sino porque rompen la calma con la que vivimos diariamente. No digo que la violencia extrema deba normalizarse en nuestras vidas, porque afortunadamente no tenemos que lidiar con ella diariamente, pero creo que es un ejercicio de fortaleza individual interesante retarse a uno mismo a ver esas imágenes y empatizar.

    Y bueno, sobre la comparación entre los atentados, estoy 100% de acuerdo contigo. No comprendo la tontería de decir que nadie ha informado sobre la universidad de Kenia, porque yo personalmente he visto bastante sobre el tema en las noticias.

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