Ha pasado más de un mes
desde el trágico terremoto de Nepal. Ya he hablado en otras
ocasiones de muertes e injusticia, de olvido y moralidad, pero lo
haré hoy otra vez. Esta vez, como ejercicio para la memoria.
No todos nos enteramos a
la vez del seísmo. En mi caso, estaba comiendo cuando vi en las
noticias que había habido un terremoto muy fuerte en Nepal y que se
contabilizaban ochenta y tantos muertos, y cientos de desaparecidos.
El periodista repetía que el gobierno del país “temía que
hubiera muchos más muertos”. Después, se nos recordaba la
cantidad de europeos que estaban desaparecidos o aislados. Este fue,
más o menos, el esquema que se utilizó durante días en los
siguientes informativos. Se añadían vídeos impactantes (grabados
por los extranjeros con extranjeros como protagonistas) sobre
avalanchas de nieve, templos que se desmoronaban y otro sinfín de
desgracias. La cifra de víctimas pasó de los mil en pocos días. Lo
demás es historia: medicinas, alimentos y colaboración extranjera.
Y los turistas, de los nervios porque los recogían con mucha
lentitud. No haré sangre sobre esto: yo a lo mejor me hubiera puesto
igual.
El doce de Mayo otro
terremoto sacudió Nepal, pero a esas alturas el primero y sus
víctimas ya eran notas al pie en los informativos. La información
había agotado su interés. Pasó como con todo: la oleada de
solidaridad tuvo su reflujo. No tardó en escucharse a aquellos que
se habían enterado los primeros de todo, y los que varios días
después expresaban su consternación y su tristeza ante el terremoto
eran unos hipócritas y sólo les interesaba el asunto porque salía
por la tele. Una vez más, la muerte y lo fácil que es moralizar
ante ella. Lo difícil que debería ser. Lo malos que somos porque no
hacemos nada ante la desgracia ajena y lo poco que realmente nos
importa que se mueran unos pobres allá en el interior de Asia.
Ha pasado más de un mes
desde el trágico terremoto de Nepal, y como pasa siempre que se
agota una noticia, ya está todo olvidado. Los muertos siguen
olvidados, y los olvidadizos se han olvidado ya. Los que no
olvidaban, los más solidarios y los activistas de boquilla también
se han olvidado, y los supervivientes del terremoto son hoy más
pobres y más infelices que hace un mes, sin importarles la opinión
de unos europeos de clase media a los que no les importa realmente
cómo está Nepal, sino la imagen que le van a dar a sus amigos con
su opinión, lo más controvertida posible, de los pobres nepalíes.
Todo el respeto para aquellos que, en la medida de sus posibilidades,
han preferido opinar con sus medios y se han ido al lugar del
terremoto o han colaborado en lo posible a aliviar la desgracia de
los afectados.
- José María
PD: Para ilustrar un
poco lo que digo, dejo aquí el mapamundi de las tragedias que
elaboró Cinismo Ilustrado. La cantidad de telépatas de este país
es asombrosa.