Cameron y Hollande se intentan
poner de acuerdo para acabar con el problema de los inmigrantes en el paso de
Calais. La solución que se columbra es el balonazo hacia adelante de costumbre:
solucionamos esta oleada, deportamos, detenemos, y a esperar a la siguiente. A
ser posible, con otro en el poder.
En
España conocemos bien lo que los medios llaman "el drama de la
inmigración". Desde que soy pequeñito he visto en las noticias cómo,
verano tras verano, un goteo continuo de pateras hasta arriba de personas con
cara de desesperación se jugaban la vida para cruzar el estrecho de Gibraltar.
De lo que no se hablaba tanto era de los motivos que tenían para venir, claro.
A eso iremos después.
A
este "drama" suele haber dos tipos de reacciones: la del xenófobo que
los quiere fuera a todos, porque vienen a quitarle el trabajo y las ayudas
sociales a los "españoles de aquí" (se me ocurren mejores razones
para cruzar un desierto de parte a parte), y la del progresista que quiere
acogerlos a todos y cuidarlos, darles casas, ayudas y protección. Ninguna de
las dos soluciones puede acabar bien: la primera porque sólo ataca al síntoma
de un problema mayor, y la segunda porque obvia la condición de ser
independiente de la persona emigrante, a la que da un trato marcadamente
paternalista.
Aquellos
que toman una de estas dos posturas olvidan que los inmigrantes son, primero
que todo, personas. No han venido a robarnos nada, ni a que les regalemos el
sustento. Los motivos por los que emigran son diversos, pero suelen ser los de
otros momentos históricos: huir de una guerra, del paro, de la pobreza, de la
epidemia, de un gobierno genocida, etcétera.
Ese
es el verdadero problema que ni a Cameron ni a Hollande les interesa. El
"drama de la inmigración" se soluciona en el país de origen. No tiene
sentido gastar recursos en deportar a una persona que va a intentar volver, y
sobre todo no podemos violar sus derechos humanos más básicos metiéndolo en un
centro de internamiento de extranjeros (los famosos CIE) y devolverlo a un
lugar en el que está en peligro.
Muchos
inmigrantes que llegan a Italia en los últimos años son libios. Libia era un
país estable que ahora está inmerso en un conflicto interno muy grave, causado
en buena parte por la injerencia occidental en 2011, cuando la OTAN estableció
una zona de exclusión aérea en los cielos de Libia. ¿No será este el verdadero
problema? ¿No será que hay recursos para ayudar a estos países y,
sencillamente, no hay ni hubo voluntad política para ayudarles? Poca gente
emigra por gusto. Si ayudamos a los libios o a los senegaleses a tener una vida
digna, no habrá que repeler ningún "enjambre de inmigrantes"; y que
no se confunda nadie, porque dar dinero a espuertas y sin ningún control a un
gobierno no significa dar ayuda. Limpiarnos la conciencia con limosnas a
gobiernos corruptos y dictatoriales no es ayudar a nadie: no necesitan dinero,
necesitan la tecnología y la planificación occidental, y una estabilidad
política que asegure que el fruto de su trabajo no sea destruido en pocos años.
Mientras tanto, podemos rasgarnos las vestiduras y quejarnos de que los
africanos vienen a robar y a molestar, mientras nos tapamos los ojos y los
oídos ante las actuaciones de gobiernos legitimamos con nuestros votos.
- José María